TODOS O NINGUNO
Desde que la modernidad es modernidad, mucho se ha hablado sobre los procesos de normalización que escindieron al ser humano en prácticas de lo normal y lo patológico, que lo concibieron como una especie donde los individuos y sus subjetividades se hunden en grandes curvas estadísticas de distribución poblacional, electoral, epidemiológica… entre muchas otras.
Michel Foucault entendió que el poder moderno produce ese doble movimiento entre la masificación, que nos pierde en una curva estadística, y la individuación, que nos reduce a un conjunto de funciones afines a modelos socio-económicos.
En este camino, las ciencias humanas y sociales no han estado al margen de brindar mejores comprensiones sobre aquello que somos como mercancía, fuerzas de trabajo o seres vivientes, con el objeto incluso de producir mejores adaptaciones.
En el terreno de la ética, por ejemplo, de Nietzsche en adelante muchos intelectuales y políticos se han esmerado tenazmente en destituir aquel imperativo kantiano que atribuía a cada acto del hombre, por pequeño que fuera, un carácter universal, pues comprometía a la humanidad en su conjunto, debiendo comportarnos como si los ojos del mundo estuvieran posados sobre nosotros, como si toda acción humana, hasta la de escupir en la vereda, gozara de incidencia global, convirtiéndonos en responsables plenos de nuestras elecciones y de aquello que potencialmente podríamos ocasionar en el mundo material o intersubjetivo (el humanismo existencialista de Sartre fue el humor de la post-guerra, recuperando este principio e impulsándonos con ello a hacernos cargo de nuestra “supuesta” libertad).
Durante los 70 hemos hablado de escuelas represivas, gobiernos totalitarios y familias sádicas, hemos peleado por espacios renovados para la construcción de subjetividades y por combatir saberes hegemónicos devolviendo a los saberes sometidos su poder de luchar (¿Cuántos han levantado las banderas de este graffiti: La historia la escriben los que ganan).
Hoy, algunos pasos más acá, la globalización de la cultura nos pone necesariamente en otro lado, pues nuestra subjetividad no es pura sino mediática, propiciada por medios de comunicación cada día más invasivos. En un mundo que vive por fragmentos globalizados, se nos plantea la necesidad de reflexionar nuevamente sobre algunos propósitos que ¿podrían merecer, ciertamente, un carácter universal o al menos colectivo?
El problema climático, las pandemias, el hambre mundial… ponen a rolar un nuevo desafío, el de saber si es posible crecer, vivir y permanecer a partir del deterioro de otros.
Es muy simple, sólo deberíamos hacernos las siguientes preguntas:
¿Es sustentable un Sistema de Salud para unos pocos?
¿Las epidemias respetan los sectores sociales?
¿Es posible crecer económicamente en detrimento de otros menos favorecidos cultural, histórica, social y geográficamente?
¿Podríamos resolver el problema de la inseguridad construyendo un muro?
Las catástrofes climáticas producidas por la degradación del ecosistema ¿Distinguen clases sociales?
No es moralina, ni cristianismo de la post-tinellización. Simplemente queremos instalar una pregunta muy sencilla y por eso mismo muy compleja: ¿tiene sentido afirmar: TODOS O NINGUNO?
2 comentarios:
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Estamos llegando a un momento de la historia dónde resulta necesario volver a hacernos cargo de la des/humanidades de éste mundo.
No sé cuantos años más vamos a durar en éste estado de apatía colectiva. La naturaleza nos está castigando, nos está haciendo saber lo que hemos hecho los últimos años.
Viendo y leyendo la propuesta de éste blog, tratando de responder a las preguntas allí planteadas, se me ocurre pensar en todas con un obvio… que no se puede vivir ni crecer en detrimento del otro. Pero si nos ponemos a mirar en nuestra vida cotidiana, en nuestros actos, nuestros ámbitos de trabajo, vemos como día a día se replica la injusticia, la disciminación, la gente hace mugre en la calle, no ayuda a sus vecinos, no se preocupa por los que menos tienen. Los actos altruistas ya no forman parte de nuestra agenda cotidiana. Pareciera que estamos tan informados de algunas cuestiones y tenemos tan incorporadas frases cliché…pero qué poco lo ejercemos en ésta vida.
¿Cuántos de nosotros hacemos alguna tarea que tenga que ver con pelear por alguna causa común? ¿Cuántos de nosotros nos llenamos los bolsillos de papeles para no tirarlos al suelo? ¿Que distancia hay entre lo que decimos y lo que hacemos?
¡Que pocas cosas en común pareciéramos tener los unos con los otros!
Valentina
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