22.11.09

LA GUERRA INTERNA


Ni todo oficialismo es fundamentalista, ni toda oposición es golpista. En lo que hace a las dos gestiones K, parece que estamos ante un verdadero problema de “criterios”, de marcos de referencias a partir de los cuales pensar, juzgar, analizar, discutir.

El desafío es el de construir una realidad desafectada de los intereses de las partes, de las chicanas y de la parcialización radical de lo mostrable. El escenario es el de la polémica, cuya significación es la clásica, pues “polémica” deriva de “polemos”, “guerra”. Una guerra -desde el filósofo Hegel a esta parte a nadie sorprenderá esta opinión- toma forma como un intento –más o menos brutal- por negar y aniquilar la diferencia, lo diferente.

Lamentablemente, construir una realidad desafectada de intereses resulta imposible. No sólo porque damos forma a gran parte de nuestro entorno a través de las parcialidades mediáticas, sino porque nosotros mismos deberíamos ubicarnos, para interpretar, del lado de algún interés. En este sentido, también es imposible desinteresarse, incluso desde la posición más escéptica de las posibles.

Lo cierto es que nos encontramos en un embrollo que advierte de la tentación de emitir opiniones apresuradamente. Cuando pienso en este gobierno, un tanto confundido, me siento inclinado a criticarlo tanto como a reconocerle algunos pasos históricos. Que la derecha argentina esté tan susceptible, que muestre su rostro despiadado a la luz del medio día, con tanta impunidad, como nunca antes, es una señal muy clara de que algo está cambiando en Argentina.

Muchas veces me pregunté por qué habíamos padecido un proceso como el de la década del 70. No podemos decir que nos fue impuesto por un demonio exterior, y aunque cierto afuera pudiera haber decidido algo en la historia, es ingenuo, o hipócrita, seguir responsabilizando a otros por lo que nos ocurrió.

Pero en lo que va del año me ha resultado muy evidente cuánto de verdad hay en esto que solemos afirmar con cierto despecho: los argentinos tenemos dentro un enano fascista. Opiniones, sentencias, reproches, acusaciones de toda calaña circulan por los medios como emblema de un sector que se siente muy inquieto con algunas decisiones, como si ya no importara mantener las formas, opinar lo políticamente correcto, como si por alguna razón cósmica ya no tuviera significado mantenerse en nuestro famoso cinismo, lo que implica un progreso hacia la aceptación de nuestra mugre, pero también una decadencia cultural y social, representada por la actualización de mentalidades de tipo medieval.

Del lado del gobierno, una actitud prepotente y un largo resentimiento histórico, al menos en la verba. Decisiones como las del campo merecían un diálogo abierto con todos los sectores. El campo no es el del siglo XVIII, hoy suman pequeños agrarios y sectores empresariales diversos, eso es evidente, pero: ¿podemos desconocer el papel que ha jugado este claustro en las desestabilizaciones de los gobiernos democráticos. Las fracciones más conservadoras del campo y la iglesia argentina han sido siempre un obstáculo al cambio de rumbo.


Los intereses buscan consenso, mas lo único realmente en juego es el conjunto, que no se beneficia, nunca se benefició y nunca se beneficiará, de las parcialidades.

Argentina necesita políticas a largo plazo. No se construye un país a base de una liquidez momentánea a partir de la cual pagar la energía o mantener los subsidios. Argentina necesita generar VALOR en forma de salud, educación e infraestructura. Un país con Valor en un país capaz de enfretar cualquier crisis (la del agua, la inseguridad, la pobreza); un país líquido, más tarde o más temprano, se va por la alcantarilla.

¿Será posible mantener decisiones en el tiempo más allá de quién gobierne?

El desafío de hoy es la pobreza, la pobreza material, cultural, espiritual. Es tan pobre el tipo de la villa como la señora Mirtha Le Grand. Cada uno de nosotros padece y practica algún tipo de indigencia. Argentina necesita políticas de conciliación a largo plazo, iniciativas no separatistas que busquen resolver la falta de valor (valor económico, social, cultural, espiritual…). Ese debería ser el marco a partir del cual intentar una idea de realidad, de porvenir, una realidad menos parcial que la que se esfuerzan por imponer mediante una guerra interna.

18.7.09

SEGURIDAD Y POBREZA TRAS LOS MUROS


¿Se resuelve el problema de la inseguridad construyendo muros?

Tengo una hipótesis: los argentinos no somos tan vivos como creemos… qué novedad, dirá Usted, pero no se si se trata realmente de un defecto, somos menos vivos porque quizás somos demasiado crédulos. La capacidad de creer (y volver a creer) es un divino talento, el problema es que muchos utilizan esta inclinación con fines un tanto despóticos.

Carlos Menem, Presidente de los Argentinos en la década del 90, por tomar un caso, creyó, o nos quiso hacer creer, que las inundaciones podían evitarse construyendo un gran muro a lo largo de la costa atlántica, no recuerdo de qué magnitud, pero con 10 metros de argumentos hubiese bastado para entrar en el Guiness de los absurdos.


Hace algunos meses el Intendente de San Isidro en Buenos Aires, Gustavo Posse, suspendió la construcción del Muro de la Seguridad, 240 metros a pura utopía entre el espanto y la urticaria que producen “los cabezas”. Después de las críticas sufridas y la intervención tibia de la justicia, el proyecto debió paralizarse en primera instancia.

La idea, según sus ideólogos, era la de dividir sectores sociales a partir de sus acumulaciones materiales y vocaciones delictivas, los de guantes blancos de un lado, los del paco del otro.


Dos extractos de una nota en Diario Perfil:

“De todos modos, y como lo había hecho Posse durante todo el día, la municipalidad volvió a defender el emplazamiento, ya que "constituye una de las diversas maneras que este municipio, junto a los foros de seguridad y organizaciones no gubernamentales han ideado, en función a proteger la vida y bienes de nuestras familias". "De modo alguno se ha pretendido fragmentar y dividir, sino antes bien contener y proteger a todos los habitantes de este Partido, que es una síntesis social del país, ya que está compuesto por todos los niveles socioeconómicos", señaló el documento. Y agregó: "De hecho, el lugar en que se ha generado discordia está habitado por familias de origen humilde, castigadas por una delincuencia que en más de un 80% proviene de sitios lejanos".

Pero no hay primicia alguna en todo este asunto, ya en el año 1958 el Director Lucas Demare lo contó con mucha sensibilidad en uno de sus más encumbrados films: Detrás de un lago muro.

Dice Domingo Di Nubila:

“Así tituló Lucas Demare su film testimonial estrenado en 1958, uno de los éxitos del cine argentino en ese año. La película documentó cómo el abandono en que el peronismo dejó al campo impulsó a verdaderas oleadas humanas hacia Buenos Aires, donde la falta de vivienda las obligó a instalarse en sórdidos barrios de emergencia, sufrir la privación de necesidades elementales y estar próximas a semillas de corrupción y crimen”. (Historia del cine argentino, T. II)


El desafío, al menos en el planteo de la película, era evitar que los turistas que arribaban al aeropuerto internacional con destino Capital Federal fueran testigos del estado de indigencia en que vivía gran parte de la población bonaerense, especie de sordina visual a favor de una menor contaminación paisajística. Por lo visto, las prácticas divisorias estuvieron a la orden del día a lo largo y ancho de la historia argentina, incluso, como afirma José Miguel Onaindia (Columnista del diario Perfil):

“…en Argentina como en el tango “la historia vuelve a repetirse”. Salvo que en la canción retornan “el amor y la lluvia”; en el país, la misma obstinación por violar derechos humanos fundamentales y el desconocimiento de muchos políticos de lo que sucedió y se hizo en períodos gobernados por sus propios líderes y partido. Esconder la indigencia con la construcción de una pared, levantar fortalezas como forma de combatir la inseguridad son métodos medioevales que atentan contra el derecho a la igualdad. La discriminación es uno de los problemas que más afecta a las sociedades contemporáneas y es obligación de toda política pública combatirla y erradicarla. Nadie desconoce que la inseguridad es un fenómeno social que preocupa y causa víctimas cotidianas en la Argentina actual, afectando el derecho a la vida. Desde hace años no hay políticas de Estado eficientes para combatirla y atacar las causas esenciales que la provocan. Construir un muro para preservar la seguridad de un grupo de vecinos no resiste el menor análisis y el repudio social que recibió hizo manifiesto ese rechazo. Esta triste anécdota, sumada a otros continuos y menos difundidos episodios, construye el drama social que protagonizamos millones de argentinos y destaca la dificultad que la diferencia entre los diversos individuos y grupos que integran nuestra sociedad ocasiona a nuestra convivencia cotidiana”.


La fragmentación y la división social, cualquiera sea su tipo, tiende a profundizar la lejanía del otro y esto, lejos de disolver los conflictos sociales, los potencia. El desconocimiento , la ajenidad del semejante conduce progresivamente a la desigualdad, en un marco de asimetría y rechazo social el otro puede volverse una amenaza para mi integridad física y espiritual, es potencialmente peligroso. Más crece el miedo, más puede justificarse la necesidad de una policía efectiva e intolerante. Los discursos paranoicos proliferan en boca de referentes sociales, de políticos y de intelectuales de diversa procedencia.

Una sociedad dividida por el terror y las diferencias sociales, basadas en la desigualdad, no es menos que un objeto propicio para ejercer tecnocracias de exclusión, evitando el tratamiento de políticas y proyectos políticos sustentables en el largo plazo. El discurso de la paranoia ve enemigos donde no los hay, especula con teorías de la auto-protección y muchas veces produce autodefensas más brutales que los ataques recibidos.

Pero la pobreza y la violencia no son más que productos emergentes de una sociedad que las produce en la misma medida en que pretende erradicarlas. Lo curioso, es creer que extirpando una verruga sanaremos un virus que se aloja en la sangre, extirparla o disimularla con una curita (un muro).


MUROS EN FORMA DE BARRIOS PRIVADOS


La planificación urbana acompaña este proceso de fragmentación social. Mientras otras ciudades del mundo consideran que la sustentabilidad en materia de ecología humana radica en la construcción de inmensos espacios públicos, lugares donde los habitantes convivan en la diversidad y alejen los fantasmas de un otro insidioso, en Argentina, con mirada veloz, se desarrollan urbanizaciones sin otro interés que el aislamiento de sectores pudientes y la venta de lotes que prometen tranquilidad y seguridad, haciendo cada día más profunda la brecha que separa a los distintos sectores sociales que distinguen el país; en ese marco, obviamente, no habrá más codificación que la violencia y más justificación que la tolerancia cero (Con esta postura no negamos la intolerancia de la delincuencia; sólo que no deberíamos mezclar causas con consecuencias).


UNA SABIDURÍA QUE NOS HACE PENSAR

Hace unos días una persona nos decía que la Gripe A era una forma de equilibrar el exceso poblacional, ¡Gracias a Dios ya no hay Guerras! -sentenció nuestro conductor. Bueno –se corrigió-, sólo quedan esos terroristas que no están conformes con nada, habría que tirarles una atómica así se dejan de joder, porque viste como es, si te buscan y te atacan se la tenés que dar.

Le dimos a él... pero nuestro parecer, no obstante, carece de relevancia entrar en detalles. Sin dudas, nos hizo reflexionar.

Es difícil saber quién pegó el primer golpe, encontrar el primer eslabón en una cadena de violencia. Como en la vecindad del Chavo. El pobre Chavito recibía los coscorrones de Don Ramón, pero el miserable Don Ramón los recibía de Doña Florinda… pero… ¡Qué bronca que nos daba doña Florinda! Aunque si lo pensamos un minuto, la pobre Florinda también tenía sus dolores. El gobierno envió a su esposo a una guerra absurda de la que no había vuelto, dejándola sola, a ella y a Quico. Probablemente el padre de Quico sufría lo suyo, y el chavo, fin de la cadena, no pocas veces se desquitaba con Ñoño (¿fin de la candena?).

Este ejemplo cotidiano y universal, bien se aplica a la justificación de la violencia, cuando se piensa en los actos delictivos no puede no pensarse en la violencia de sectores que ejercen la discriminación o la explotación… pero… ¿cuándo se termina todo esto, o dónde se inicia?

En ese punto nos pareció brillante esta idea heredada por Jesús en oído de sus discípulos: Poner la otra mejilla, lejos de caer en cristianismos, misticismos o discursos mesiánicos, nos suena interesante ver que la única manera de lograr que una cadena de golpes cese es que alguno de sus eslabones no devuelva o traslade el cachetazo, simplemente lo absorba, y no para ganarse el cielo, o resignarse a vivir en la forma en que se vive, sino como paso ético, una ética que funde algún tipo de valor terrenal y civil. En todo caso, esto debería ser factible en el marco de una sociedad democrática cuyos poderes desempeñen el papel para el que fueron concebidos, especialmente aquellos encargados de la justicia de derecho, pues es lo único que debería garantizar que no surja un segundo golpe desde el mismo eslabón.


Yendo más atrás en la historia, encontramos en los griegos una forma de derecho arcaico basado en el ajuste de cuentas. Si dos familias entraban en un conflicto y una de ellas mataba a un miembro de la otra, los damnificados tenían derecho a cobrarse esa vida, pero luego se invertían los tantos. Así, la cosa terminaba cuando ya no había qué matar o alguna de las familias, por amor a sus últimos miembros, decidía no cobrar venganza (Estas cadenas de violencia también las vemos reflejadas en la conocida Ley del Talión: si robás, te corto las manos. Si matás, te quito la vida).

Sabemos que a los fines realistas lo de la otra mejilla es quizás un idealismo, pero si lo analizamos con cuidado, veremos que realmente no hay otra manera de detener una cadena de violencia, mucho más improbable es encontrar de dónde brota el primer golpe, aunque cuesta bastante menos reprochar y condenar al semejante.

15.7.09

DEJAR ABIERTA LA PREGUNTA


Decir Todos o Ninguno no pretende, de ninguna manera, ser una respuesta veloz ante los interrogantes que producen las pandemias proliferantes o las hecatombes climáticas. En todo caso, es simplemente una pregunta que busca permanecer abierta.

Hay distintas formas de pensar estos problemas que nos interesan. Desde cierto punto de vista, el fin del mundo tal como lo vemos podría ser sólo una paranoia pasajera, desde otro, una visión hiperrealista con resultados inevitables.

En todo caso, cuando se trata de tomar alguna posición con respecto a un tema cualquiera, nos encontramos siempre con un mundo altamente complejo, supracomplejo debido a una globalización que nos mina el territorio de miradas, hechos, variables… que deben tenerse en cuenta al momento de tomar la palabra y decir algo medianamente serio. Basta que adoptemos una posición (que creamos en algo) para que algún dato nuevo o no ponderado nos haga flaquear y dudar de nuestras convicciones.

Es que la inmensa complejidad de los procesos naturales, humanos y sociales hacen cada día más laborioso cerrar el pasado y adelantarse al futuro, el cual se manifiesta más y más incierto. Últimamente, viene al caso, hemos escuchado decir tantas cosas sobre la crisis financiera mundial que la pérdida de horizonte y criterio ha sonado inefable, inminente para el tipo común pero también, quizás, para los grandes estadistas. ¿Qué ocurre cuando Consultoras de la importancia internacional de Mooby se hunden debido a sus pésimas predicciones económicas? Obviamente que estas organizaciones panópticas, encargadas de predecir el futuro, manejan sus datos de acuerdo con intereses millonarios, esos intereses imponen visiones, y producen realidades; aunque a veces algo sucede, algo escapa al calculo, y se impone, y las esteriliza. Es imposible manipular todas las variables o ejercer un control absoluto sobre los desarrollos del globo (¿ilusión y utopía del capitalismo?)

Hace 30 años el mundo era notablemente más pequeño, vivíamos en un fragmento de realidad más acotado que el actual (millones de argentino creímos que Malvinas era una buena causa y que íbamos ganando, poco se escabullía de esa realidad común, hoy sería impensable un engaño tan básico, hoy las manipulaciones son atmosféricas, casi nadie se esmera en la inútil misión de separar el mundo virtual del mundo supuestamente real, como si lo real estuviera en algún lado, tipo Matrix). Actualmente, con el avance de las comunicaciones, una crisis en China influye directamente sobre el humor económico de Pueblo Gómez, teoría que hace algunas décadas valía una internación por demencia. Con Google, hasta Wells es un cuentista para niños. De hecho, la inmensa realidad global sólo puede armarse a partir del tratamiento que hacen los medios de comunicación, con la problemática a ello aparejada; el gran ojo observa y filtra realidades.


Así, una pandemia es bastante más que un virus, es también un conjunto de comunicaciones que producen determinados eventos sociales a nivel mundial, una pandemia puede ser un virus genéticamente comprobado, pero aún éste, más o menos letal, no puede funcionar sin su amigo el aparato comunicador; el terror también es un arma para someter y gobernar.

Mal que nos pese, nuestra realidad es mediática, primero por nuestro psiquismo, por nuestras condiciones de experiencias familiares geo-socio-históricas, y por el fragmento material asequible. No por ello se trata de una realidad menos real, en todo caso, toda realidad es virtual, siempre mediatizada, y cada día más tecnologizada.


¿Cómo generar un saber sobre sucesos nacionales o globales sino a través de los aparatos de comunicación en todos los soportes? Y Aún más importante: si ese saber resulta necesario a la hora de tomar posición sobre cualquier tema: ¿Qué tipo de búsquedas deberíamos realizar para informarnos? ¿Es ingenuo esperar garantías? ¿Con qué criterio deberemos seleccionar la información y qué parámetros serían exigibles para reconocerles fidelidad? Tarea que no sé si tiene algún sentido. Preguntas que valen la pena formular y reformular.

Como fuere, la idea que proponemos es la de tomar una posición aunque siempre provisional, y en el mejor de los casos, sustentarla lo suficiente como para que logre polemizar con otras posiciones. El combate entre verdades produce mayor circulación. Debería bastar que una verdad se imponga sobre otra para que renunciemos a ella, hay quienes afirman que el margen se hace centro y el centro se hace margen, es decir, la verdad hoy sometida es la verdad luego hegemónica. Quizás, como trabajo casi de transvaloración, resulten importantes dos cosas:

1. Tomar una posición, la más reflexiva que se pueda.
2. Ponerla a discutir con otras posiciones sin pretender imponerse o aniquilarlas.

Finalmente, animarse a mantener la guerra, la indefinición permanente, la apertura en la incertidumbre duradera, requerimiento incómodo para los que necesitan saber, para los que sólo pueden vivir cuando ven, creen o defienden una dirección, un sentido como forma de experimentarse serenos.

Estas reflexiones tienen que ver con otras miradas puestas en tela de juicios frente a consignas como Todos o Ninguno. Para los que creen que se trata de una paranoia más, la vida siempre se abre paso, el hombre es apenas un eslabón más de las especies y quizás deba hallar su próximo e irremediable final; además, incluso, imaginar lo que viene no significa necesariamente que pueda evitarse.


Desde los egipcios en adelante los hombres no han sido iguales, no han ocupado los mismos lugares ni han gozado de los mismos beneficios culturales ni político-sociales. Algunos opinan que todos somos hacedores de cultura, pero sólo ciertos sectores pueden interpretarlas, dirigirlas, enaltecerlas mediante disciplinas altamente valoradas; estos sectores, por como vamos, llegarían al límite de interpretar el suicidio de la especie humana como una obra de arte, a partir de lo cual sería realmente rústico decir que se desemboca en una hecatombe holywoodense por ambición o estupidez.

En este sendero, las epidemias son modos de equilibración donde grandes poblaciones perecen. Para algunos, el hombre sabrá encontrar, como ya lo ha demostrado, soluciones al problema de la polución, la quema de combustible y la proliferación de enfermedades. Aprenderá a utilizar las aguas marinas para el riego y hasta conquistará otros planetas pensando en las futuras generaciones. Desde este foco, quizás, al mundo le sobre suficiente tela, el hombre seguirá encontrando soluciones y formas de prolongar la vida, se derritan o no los hielos continentales, en todo caso, si la extinción no puede evitarse, o al menos la muerte en grandes masas, así será; pero no! es pura paranoia apocalíptica. (Aunque los hielos continentales se derritan efectivamente y aún se dude, 40 años después, si realmente hemos pisado la luna).


LA IGUALDAD



La igualdad de posibilidades no es un problema menor. Cuando le preguntamos a un profesional de la Salud pública cómo repartir sus recursos, miles son los debates y todos, finalmente, responden a criterios políticos puntuales. No hay decisión que no responda a intereses, eso no es ni bueno ni malo, somos animales políticos, no nos rigen los códigos instintivos. Pero volvamos a esto: Si tengo 5 millones para distribuir entre una población con problemáticas puntuales, ¿qué criterios utilizo? Un ejemplo: Cuento con el recurso para una cobertura por hemodiálisis: ¿asigno el tratamiento al almacenero que trabaja de sol a sol y los domingos se dedica a colaborar con un comedor infantil o al pibe de la esquina, que se droga y no hace nada por su vida, y encima le pega a sus hijos y a su mujer? Parece un planteo rebuscado, y no tanto, pero vale la pregunta.

Otro ejemplo: El estado debe decidir sus políticas de inclusión social mediante la distribución de recursos (siempre finitos) ¿Decidirá por jóvenes con más chances de inclusión que otros? ¿En oficio de qué criterios lo establecerá? ¿Es un sufrimiento que anula cualquier inserción social (una enfermedad mental severa, por tomar un prototipo) motivo para privar a alguien de consideración humana? (Ya lo hemos vivido con la Alemania nazi, el horror de una tecnocracia eugenetista y xenófoba).

Pero no son preguntas que deban evitarse, algunos no quieren plantearlas porque las consideran políticamente incorrectas. Se instala nuestra pregunta, quizás de otra forma:

¿En qué sentido es pertinente, o posible, o adecuado, o realista, plantear: TODOS O NINGUNO?

¿Hasta dónde somos idealistas y hasta donde necesitamos de un idealismo?

Tomemos una o varias posiciones, y las pongamos a luchar.

13.7.09

INVITACIÓN A REFLEXIONAR


Todos o Ninguno es una iniciativa de arkhé-vmn y el gran FEDERICO con motivo de 10.000 aniversario de la estupidez humana.

Nos encantaría que participes escribiendo un texto, compartiendo un comentario o enviando una foto sobre los temas propuestos.

Este será un espacio abierto, que durará lo que tenga que durar. Si acaso termina debajo de la pata de una mesa, equilibrando el almuerzo, entonces eso hablará de lo que somos. Si al menos uno deja de derrochar el agua al cepillarse los dientes o simplemente actuara con alguna consecuencia a esta necesidad, entonces estaremos hechos.

inquietudes y envíos:
arkhé2.0@gmail.com
TODOS O NINGUNO


Desde que la modernidad es modernidad, mucho se ha hablado sobre los procesos de normalización que escindieron al ser humano en prácticas de lo normal y lo patológico, que lo concibieron como una especie donde los individuos y sus subjetividades se hunden en grandes curvas estadísticas de distribución poblacional, electoral, epidemiológica… entre muchas otras.

Michel Foucault entendió que el poder moderno produce ese doble movimiento entre la masificación, que nos pierde en una curva estadística, y la individuación, que nos reduce a un conjunto de funciones afines a modelos socio-económicos.

En este camino, las ciencias humanas y sociales no han estado al margen de brindar mejores comprensiones sobre aquello que somos como mercancía, fuerzas de trabajo o seres vivientes, con el objeto incluso de producir mejores adaptaciones.


En el terreno de la ética, por ejemplo, de Nietzsche en adelante muchos intelectuales y políticos se han esmerado tenazmente en destituir aquel imperativo kantiano que atribuía a cada acto del hombre, por pequeño que fuera, un carácter universal, pues comprometía a la humanidad en su conjunto, debiendo comportarnos como si los ojos del mundo estuvieran posados sobre nosotros, como si toda acción humana, hasta la de escupir en la vereda, gozara de incidencia global, convirtiéndonos en responsables plenos de nuestras elecciones y de aquello que potencialmente podríamos ocasionar en el mundo material o intersubjetivo (el humanismo existencialista de Sartre fue el humor de la post-guerra, recuperando este principio e impulsándonos con ello a hacernos cargo de nuestra “supuesta” libertad).


Durante los 70 hemos hablado de escuelas represivas, gobiernos totalitarios y familias sádicas, hemos peleado por espacios renovados para la construcción de subjetividades y por combatir saberes hegemónicos devolviendo a los saberes sometidos su poder de luchar (¿Cuántos han levantado las banderas de este graffiti: La historia la escriben los que ganan).

Hoy, algunos pasos más acá, la globalización de la cultura nos pone necesariamente en otro lado, pues nuestra subjetividad no es pura sino mediática, propiciada por medios de comunicación cada día más invasivos. En un mundo que vive por fragmentos globalizados, se nos plantea la necesidad de reflexionar nuevamente sobre algunos propósitos que ¿podrían merecer, ciertamente, un carácter universal o al menos colectivo?

El problema climático, las pandemias, el hambre mundial… ponen a rolar un nuevo desafío, el de saber si es posible crecer, vivir y permanecer a partir del deterioro de otros.

Es muy simple, sólo deberíamos hacernos las siguientes preguntas:


¿Es sustentable un Sistema de Salud para unos pocos?

¿Las epidemias respetan los sectores sociales?


¿Es posible crecer económicamente en detrimento de otros menos favorecidos cultural, histórica, social y geográficamente?

¿Podríamos resolver el problema de la inseguridad construyendo un muro?

Las catástrofes climáticas producidas por la degradación del ecosistema ¿Distinguen clases sociales?


No es moralina, ni cristianismo de la post-tinellización. Simplemente queremos instalar una pregunta muy sencilla y por eso mismo muy compleja: ¿tiene sentido afirmar: TODOS O NINGUNO?